¿Puede la aguja unir historias partidas?
Al bordado lo descubrí de pequeña. Con una abuela comerciante del textil, las cajas de hilos, las telas y ella de vez en cuando haciendo alguna puntada eran moneda corriente. Atravesó mi infancia, hasta convertirse en una práctica que tomé con naturalidad, dado que realizarla me llevaba a revivir cada uno de esos instantes de mi historia, donde yo era feliz.
El bordado como práctica se fue afianzando en mi imaginario y en mi trabajo como artista, y esto hizo que la necesidad de investigar y de comprender más acerca de esta práctica se convirtiera en un eje de mi producción. Claramente, algo me indicaba que nosotras, las mujeres, estábamos interpeladas por esta historia de las llamadas “labores”: ¿Por qué estaban relacionadas a las prácticas de las mujeres? ¿Por qué nos definían? ¿Por qué, cuando empecé a utilizar el bordado, los hilos, los tejidos en la academia de bellas artes, estos elementos se consideraban “menores” o “poco tradicionales” o “artesanales”? Éstas y otras muchas preguntas fueron las disparadoras, para comenzar a indagar cada vez más.
“¿Se ha sumergido la pluma o el lápiz en la sangre de la raza humana tan profundamente como la aguja? preguntó la escritora Olive Schreiner. La respuesta es, simplemente, no. El arte del bordado ha sido el medio de educar a las mujeres en el ideal femenino y de demostrar que lo han alcanzado, pero también ha proporcionado un arma de resistencia a las limitaciones de la feminidad”. Así comienza el libro “The subversive stitch: embroidery and the making of femenine”, de Roszika Parker, historiadora del arte, escritora y feminista de la segunda ola, que salió a la luz en 1984. Rozsika, junto con Griselda Pollock, fundaron y conformaron un grupo de historiadoras llamadas “The Feminist Art History Collective”. (“El Colectivo de Historia del Arte Feminista). Este grupo de historiadoras y teóricas comenzó a intervenir la historia conocida hasta ese momento con una nueva mirada: desplazar el foco androcentrista desde la modernidad, y escribir una historia desde la mirada de la mujer.
Enormes fueron las intervenciones feministas en todos los campos y disciplinas en esa época. Pero, puntualmente en el sistema de las artes y en la misma historia del arte, su mirada y esclarecimiento fueron fundamentales para comprender las prácticas textiles y las labores en la historia de la mujer: ellas fueron quienes revisaron y resignificaron estos trabajos manuales que tan presentes estaban en nuestras vidas. Desde cómo el propio sistema de configuración patriarcal en la edad moderna había “decretado” (a través de textos donde definían y describían al hombre blanco privilegiado y burgués), que el bordado era la práctica por excelencia que definía la “femineidad” de la mujer que iba a acompañar a este hombre burgués, hasta cómo las mujeres tomaron esta práctica, la revirtieron y la convirtieron, en palabras de Belén Ruiz Garrido, en “intervenciones estético políticas”. Por ejemplo, las sufragistas inglesas de principios del siglo XX interviniendo las calles con sus banderas bordadas con los nombres de las mujeres que luchaban por el derecho a voto, o bordando su lema “Hechos, no palabras”, hasta proyectos como el actual “Bordando por La Paz”, desde donde nace el movimiento “Bordando feminicidios”, en el que aparece la misma operación: la de plasmar y visualizar los nombres de las víctimas de feminicidios a partir de la aguja y el hilo.
La huella del textil de las manos de las mujeres, desde lo íntimo privado hacia lo público.
¿Puede la aguja unir historias partidas? es un proyecto que quiere insertarse en esta historia de visualización y resignificación: la de dar cuenta, a través de la práctica del bordado, de la existencia de niñas huérfanas en un hogar en pleno casco histórico jesuítico de la Ciudad de Córdoba.
¿Quiénes eran aquellas niñas huérfanas que vivían en el hogar? ¿Quiénes eran las madres de esas niñas? En el Museo San Alberto funcionó un hogar para niñas huérfanas que llamó por completo mi atención y curiosidad. La maternidad me atraviesa, entonces, no puedo dejar de preguntarme quiénes eran esas pequeñas y también quiénes eran sus madres. ¿Cómo fue que llegaron allí? ¿Cómo fue la vida de esas mujeres anónimas y esas hijas desconocidas, para siempre separadas?
Al pensarlas o visualizarlas en ese espacio, un espacio que como muchos otros patios disponía a las mujeres a las labores domésticas, al saber artesanal de la vida cotidiana, percibí la fuerza de un lenguaje invisible, heredado en el tiempo. Seguramente, siguiendo las costumbres de la época, habían adquirido saberes propios de los colegios de señoritas como el bordado, todas esas mujeres sabían bordar y lo harían sincronizando sus cuerpos más allá de las distancias y el abandono.
El proyecto es una acción y puesta en escena donde algunas mujeres bordadoras ingresamos a esas historias rotas evocando los nombres de esas niñas, atravesamos la época con técnicas comunes a los monasterios y escuelas de la época. Una ofrenda ritual para contar la historia del silencio que habla otras lenguas, en pequeñas hiladas de jardín florido. Vamos a bordar con una de las técnicas más conocidas y democráticas de la época, “bordado blanco sobre blanco”, los nombres de estas niñas huérfanas.
https://www.youtube.com/watch?v=ln-ptSPeHQ4&t=32s&ab_channel=MarianaGuagliano
Mariana Guagliano
Septiembre 2021- Cordoba- Argentina.
*”¿Puede la aguja unir historias partidas?” es un proyecto que se presenta en el marco de la Feria de Artes Cordoba 2021, “Paisaje: produccion y fantasia”, dentro del ciclo “Patios y el cultivo del tiempo”, en el Museo San Alberto.